Todos hemos oído historias de escándalos públicos de algún líder espiritual, pastor, o un miembro de la congregación envueltos en pecados. Usualmente, los daños de esas fallas moral afectan todo el cuerpo de Cristo y en particular a las familias de los ofensores. Cuando este tipo de ofensas ocurren, la integridad del ministerio de la iglesia se compromete. Las personas son dañadas hasta el punto de perder la confianza en el poder del evangelio y la obra redentora de Cristo.