Tomar un sabático no fue una decisión fácil. Durante años, estuve profundamente inmerso en el trabajo del ministerio pastoral y consultor: plantando iglesias, entrenando líderes y sirviendo a pastores. La idea de alejarme, incluso por un corto período de tiempo, me parecía casi irresponsable. Después de todo, mi cultura hispana me ha inculcado el valor de “trabajar hasta morir.”
Sin embargo, UBA tiene una cultura diferente; requieren de sus consultores que tomen un sabático cada 5 años. Esto es algo súper raro para este pastor hispano adicto al trabajo, así que resistí la idea durante un año.
A pesar de mi resistencia, sabía que un sabático ofrecía una oportunidad única para hacer una pausa, no solo para descansar, sino también para reflexionar y crear. Era una oportunidad para reiniciar, profundizar en mi relación con Dios y finalmente comenzar a escribir sobre el trabajo que había estado postergando durante años. Con una mezcla de renuencia y determinación, me adentré en esta temporada de descanso, sin saber completamente qué esperar, pero confiando en que Dios tenía algo importante que enseñarme.
El Sabbath es para nosotros
El concepto de sabático está profundamente arraigado en las Escrituras. Dios mismo lo modeló cuando descansó en el séptimo día, y a los israelitas se les ordenó observar el año sabático. Sin embargo, para muchos pastores, especialmente en nuestra cultura hispana, tomar un período prolongado de descanso puede parecer un lujo más que una necesidad. Yo no era la excepción. Mi trabajo de cómo pastor en el contexto del ministerio urbano y la consultoría con pastores tanto en UBA como en la ciudad, se había convertido en una parte vital de mi identidad.
Pero fue en esos momentos de duda cuando me di cuenta de la profundidad de mi necesidad de descanso. El ministerio es una maratón, no una carrera de velocidad, y sin intervalos adecuados de descanso, el agotamiento es inevitable, aunque no se sienta. El llamado al descanso no es sólo personal, es un mandato divino.
Las primeras semanas de mi sabático fueron incómodas. Me había acostumbrado tanto al ritmo del ministerio que desacelerar se sentía antinatural. Mi mente se llenaba de pensamientos sobre proyectos sin terminar, eventos próximos y las personas y pastores a los que sirvo. Pero, gradualmente, al adaptarme al ritmo del descanso, algo comenzó a cambiar.
Mi objetivo principal era reconectarme con Dios de maneras en las que no lo había hecho en años. Descansé de las redes sociales (todo lo que pude), la televisión y otras distracciones. También seguí el consejo de un pastor sabio que me animó a reservar una silla o un sofá en un lugar especial en mi casa para tener comunión con Dios: "siéntate, cállate y reflexiona" fue su consejo. Mis oraciones dejaron de ser sobre mí y otros, y se enfocaron más en la comunión con Él. Pasé tiempo sin prisas en la Palabra, no en preparación para una conferencia o sermón, sino simplemente para escuchar a Dios. Este tiempo me permitió reflexionar sobre mi propio peregrinaje espiritual y las áreas en las que había descuidado mi relación con Él.
Este viaje interior también sacó a la luz algunas cosas que había estado evitando: sentimientos de insuficiencia, la presión de cumplir expectativas y las maneras sutiles en las que el orgullo se había infiltrado en mi ministerio. El sabático me dio el espacio para enfrentar estos asuntos, arrepentirme y alinear nuevamente mi corazón con los propósitos de Dios.
El sabático me ofreció una oportunidad valiosa para reconectarme con mi familia de una manera que no había hecho en mucho tiempo. Pasamos tiempo juntos sin las distracciones habituales. Reímos, compartimos comidas y simplemente disfrutamos de la compañía mutua.
El Sabbath impulsa el ministerio.
A medida que el sabático llegaba a su fin, comencé a reflexionar sobre lo que Dios me había estado enseñando y cómo eso daría forma al futuro de mi ministerio. El tiempo fuera no solo me ha refrescado, sino que también me ha dado una visión más clara del futuro. Regresé con una pasión renovada por servir a los pastores y a mi ciudad con un entendimiento más profundo de que el trabajo es de Dios, no mío.
Y quizás lo más significativo, ahora tengo el espacio y la claridad para comenzar a escribir sobre mis experiencias en el ministerio. Los conocimientos que he adquirido, los desafíos que he enfrentado y las victorias logradas—todo esto necesita ser compartido. Estoy emocionado de ver cómo se desarrollará esta escritura y cómo podría servir como un recurso para otros en el ministerio.
Mi sabático fue un regalo, uno que no sabía que necesitaba, pero por el cual estoy increíblemente agradecido. Fue un tiempo de descanso, reflexión y reajuste. Me recordó que el ministerio no se trata de actividad constante, sino de estar en sintonía con la voluntad de Dios y Su tiempo.
A mis colegas pastores y líderes de ministerio, no puedo enfatizar lo suficiente la importancia de tomar tiempo para un sabático. No es solo un descanso; es una parte vital para sostener un ministerio a largo plazo. El trabajo siempre estará ahí, pero también lo estará la provisión de Dios. Confía en Él lo suficiente como para dar un paso atrás y permite que Él te ministre a ti mientras tú ministras a otros.
En conclusión, mi sabático me ha dejado más comprometido que nunca con la obra a la que Dios me ha llamado. Pero también me ha dejado más consciente de la necesidad de hacer pausas regulares, descansar, sentarse, guardar silencio y escuchar al que me llamó en primer lugar. Después de todo, la fuerza para continuar el camino no proviene de nuestros propios esfuerzos, sino del descanso que encontramos en Él.
Victor Marte is a UBA Church Consultant. His primary areas of responsibility include church planting, leadership development, and new church development. Victor is bilingual and available to consult with congregations in English or Spanish.
La fuerza para continuar el camino no proviene de nuestros propios esfuerzos, sino del descanso que encontramos en Él.